Mientras una mujer (la protagonista
principal) nada recorriendo por fuera el límite sólido del barco al que
se subirá dentro de unos minutos; mientras el brillo del sol lame
la superficie acuática de la marina; mientras la mujer se zambulle para ver
aquellas partes sumergidas que se ocultan del casco oxidado, una trama
policial comienza a tomar forma en la mente del lector. Los hechos que se
anuncian en las primeras páginas de esta novela operan como un anzuelo que nos
lleva sin atenuantes a realizar nuestra propia investigación de los
sucesos siempre amenazada por las derivaciones que van tomando
nuestras conjeturas a medida que se perfilan los personajes.
La autora de esta novela se nos revela
como una gran prestidigitadora que pone en tela de juicio nuestra facultad
lectora para explicarnos aquello que ocurre delante de nuestros propios ojos.
La imposibilidad de tener y sostener un amor, que es característica
compartida de los personajes y atraviesa toda la novela, le otorga
una impronta sugestiva y particular, completamente cotidiana, eludiendo los
formulismos usuales del género. Logra crear una atmósfera de suspenso
e inquietud que nos obliga a seguir leyendo y nos atrapa en un cautivador
entramado entre los sentimientos y la razón.
No es lo primero que leo de
María Laura Prelooker pero sí la primera novela que publica: Ninguna
tierra es firme para disfrutar sorbo a sorbo y no soltarla hasta la última
página.
Silvia Álvarez
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